martes, 22 de junio de 2010

REENCUENTRO DE DOS ENAMORADOS EN EL CIELO.

LEYENDA DEL CARDENAL.

Retrocedemos en el tiempo hasta llegar a épocas remotas en que los calchaquíes habitaban el noroeste argentino y no sabían emplear hierbas naturales para calmar sus dolencias. La gente de la tribu vivía sufriendo la pérdida de seres queridos que enfermaban y no podían ser curados.
El hechicero del lugar, que en realidad lo único que pretendía era llegar a ocupar el lugar del cacique, no sentía ninguna tristeza por el estado de los niños, mujeres y hombres que morían uno tras otro. Mama Quilla, la luna, envió a su hija para ayudar a los hombres, y en poco tiempo la joven había enseñado a la gente a detectar su enfermedad y a emplear hierbas curativas que la convencieran.
A su lado jamás faltaba el hijo del cacique, quien, al igual que su padre, no quería otra cosa que el bienestar de su gente.
Con el correr del tiempo el príncipe y la joven se enamoraron y fueron autorizados por el cacique a festejar la feliz boda a la que concurrió toda la tribu. El único disconforme fue el hechicero, de quienya nadie se acordaba.
Oculto en el rincón más oscuro de su tienda, éste invocó al dialo pidiéndole que lo ayudara a envenenar al cacique. En poco tiempo, el pobre cacique cayó mortalmente afectado.
Por más que los jóvenes esposos hicieron sus mayores esfuerzos y elevaron sus plegarias a los dioses, el cacique cerró sus ojos para siempre en una tarde triste, tan triste como la gente de su tribu.
El malvado hechicero salió de su choza para arengar a los hombres en contra del príncipe y de su esposa, acusándolos de ser culpables de la muerte del cacique. Los homres, confundidos, creyeron esas palabras y obedecieron al hechicero, que ordenó que ataran a los jóvenes a una piedra en medio del valle para dejarlos morir.
Así fue. maniatados en un peñasco elevado, lastimados por malos tratos, el príncipe y la joven recibieron la noche. Sangraban sus frentes y manos, pero apoyando sus cabezas lo más juntas posibles soportaban el dolor. Mama Quilla, viendo lo que sucedía los transformó en dos pájaros de pluma gris y cabecita roja, conocidos por nosotros como los cardenales.

Verónica Podestá.

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